Desde su consagración universal en la Cumbre de Río de Janeiro en 1992, el concepto de sustentablidad y/o de desarrollo sustentable ha sido adoptado y adaptado, por tal cantidad y variedad de autores, intérpretes y promotores que hoy en día el término se percibe como una propuesta banal y confusa o al menos multifacético.
No obstante lo anterior, el término sigue siendo, paradójicamente, el «signo vital» de un número creciente (sino es que explosivo) de iniciativas locales, nacionales, regionales y globales, promovidas por toda una gama de instituciones: desde el Banco Mundial y los gobiernos nacionales, hasta las fundaciones internacionales, las organizaciones conservacionistas y ambientalistas e instituciones sociales de toda índole.
En la esfera académica, el desarrollo sustentable ha sido tema de cientos de artículos y de decenas de libros, además de innumerables foros de discusión. ¿Qué hacer entonces con el desarrollo sustentable? ¿Es aún un concepto rescatable? ¿Vale la pena intentar generar una versión legítima?