El ser humano contemporáneo está fundamentalmente desterritorializado. Sus territorios existenciales originarios –cuerpo, espacio doméstico, clan, culto ya no se asientan sobre un terreno firme, sino que se aferran a un mundo de representaciones precarias y en perpetuo movimiento. Los jóvenes que deambulan con un walkman pegado a la oreja sólo escuchan melodías producidas lejos, muy lejos, de su tierra natal. Además, ¿qué puede significar para ellos “su tierra natal”?. Seguramente no se trata del lugar donde reposan sus antepasados, donde vieron la luz y morirán. Ya no tienen antepasados; han ido a parar allí sin saber porqué y desaparecerán de la misma manera. Una codificación informática les “asigna una residencia” a partir de una trayectoria socio-profesional que los programa, unos en una posición relativamente privilegiada, otros en una de beneficiarios.
Hoy en día todo circula, la música, la moda, los eslóganes publicitarios, los gadgets, las sucursales industriales y, por tanto, todo parece permanecer en el mismo lugar, hasta el punto de que las diferencias se borran entre situaciones manufacturadas y dentro de los espacios estandarizados donde todo se ha vuelto intercambiable. Los turistas, por ejemplo, hacen viajes casi inmóviles, transportados en los mismos autocares, en las mismas cabinas de avión, duermen en las mismas habitaciones de hotel climatizadas y desfilan delante de monumentos y paisajes que ya han visto cientos de veces en los folletos y las pantallas de televisión. La subjetividad está amenazada por la petrificación. Se ha perdido el gusto por la diferencia, por lo imprevisto, por el acontecimiento singular. Los concursos televisados, el star system dentro del deporte, los espectáculos, la vida política actúan como drogas neurolépticas que previenen la angustia al precio de la infantilización, de la desrresponsabilización.
Practicas Ecosoficas y Restauracion de La Ciudad Subjetiva Felix Guattari